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Publicado el 04/02/2011 | por Vidal D.

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Cómo fue mi primera vez [1era parte]

Cabe aclarar que este relato no me pertenece, le pasó al amigo de un amigo que acudió al único medio de comunicación que le dio pelota para publicar su historia, esta es su crónica de los hechos:

Había una gordita que estaba enamorada de mí en la escuela, remontémonos a ese tiempo.

Yo tenía 15 años. No tenía carisma, ni plata, ni facha, nada.

Solo recuerdo que tenía un peinado hippie y uno de esos bigotes de esos que te salen cuando sos pajero adolescente. Mi mamá me decía que no me afeite, que me iba a salir la barba re dura, y yo le hacía caso.

Todos mis compañeros habían tranzado, y yo estaba muy lejos de eso. Tenía mucha vergüenza y me sentía muy mal por ser feo. Entonces, mágicamente, aparece ella. Una chica de mi curso, una gordita con el pelo colorado. Estoy diciendo “gordita” para no decir lo que realmente era: un lechón.

A ella le pasaba lo mismo, no se ganaba un garche ni a palos. En el colegio, la gordita se encargó de divulgar que se gustaba de mí. Imagínense las cargadas que me comí. Repito, la gorda era incomible, ni mezclando Tres Leones con éxtasis le podrías entrar.

La GORDA (y lo pongo con mayúsculas porque era MUY gorda) me detiene en un pasillo de la escuela y me dice que está enamorada.

Yo no sabía cómo reaccionar, porque jamás me había pasado algo así. Entonces reaccioné muy frío y le dije:

-Yo no.
-No me digas eso Ariel. ¿Sabes el valor que junté para decirte eso? ¡¡¡Te amoooo!!!
-Mira, no me gustas. Pero, déjamelo pensar.

Yo tenía que pensar mucho que hacer. Era gorda, lo peor del colegio, pero yo tenía que tranzar, no podía estar detrás de mis compañeros.

Pero… ¿qué pasaba si me comía a la gorda? Iba a ser señalado, me iban a matar. Entonces, mi mente maestra ideo un plan maestro y cuando la gordi empezó a hablar yo procedí.

-Ariel, yo te amo, por vos hago lo que sea.

-¿Lo que sea?

-Lo que sea. Te juro que me mato si no me das bola.

-No, espera, no te mates. Yo tengo 2 amigos, Carlitos y Juanito, si armamos algo entre los 3 yo te doy bola.

-¿A qué te referís con algo entre los 3?

-Que si querés estar conmigo vas a tener que comerte a ellos también. Fiesta, party, p!j@s por todos lados. Vos, la reina de la p*r%ng@, adorada por los dioses, ¿entendés?

-Vos estás loco.

Luego de insistir un poco más, la gorda estaba muy regalada y aceptó.

Yo quería que se coja a mis amigos también, así después no me podían joder y los tenía agarrados de las bolas.

Coordinamos entonces juntarnos en la casa de Carlitos, los cuatro.

No quiero extenderme mucho con este tema, pero la gorda terminó haciendo un pete a cada uno, ya que la quisimos coger y no le entraba por la grasa que tenía alrededor, era de esas proporciones este problema. Recuerdo que cuando fue “mi turno”, mis amigos la agarraron de los 2 lados donde debería de entrar el asunto separándolos para que yo pueda encontrar el agujero. No hubo caso.

En conclusión, me petearon, enfiesté y seguía siendo virgen. Loquísimo.

Mágicamente, pasaron los meses, no volví a ver a la gorda y de la nada me hago muy amigo de la más linda del colegio, que casualmente iba a mi curso y jamás me había mirado porque yo era intragable.

Hubo  onda con ella y en una salida, cometo una locura y le digo sin temor: “me gustas mucho”, ella responde:

-A mí también me gustas Ariel.

-No. Mentira, me estás jodiendo.

-No te jodo.

-¿Y yo ahora que se supone que tengo que hacer?

- Y… no sé.

-¿Darte un beso?

-Y si.

-Emmm, es que no se besar muy bien.

-No importa, dale.

-Bueno, ahí va.

Me estaba comiendo a la chica más linda del colegio, y… la reput@ madre que no estaban ninguno de mis amigos para ver semejante golpe de Estado, aguante Stroessner.

La acompañe a su casa, y prometimos no decir nada en el colegio, ella me pidió que sea así, y yo le di mi palabra de caballero.

Llegué al colegio al otro día, y la encaré:

-¿Querés ser mi novia?
-¿Qué?!
-Mi novia.
-¿Quéeee?!!
-Mi novia, mongólica.
-Si, quiero. ¿Vos querés?
-Claro que quiero.

Pasamos meses juntos, hermosos meses de un joven y sincero amor.

Conocí a su familia, ella conoció a la mía. Era todo muy lindo y sano, pero… ¿de coger?

Era un 30 de agosto, en mi departamento, mucho apretón, mucho beso, mucho precalentamiento. Faltaba Mariano Closs para que relate cómo me iba a reventar el pedazo.

-¿Te puedo pedir un favor?

-Sí.

-¿Vos me amas?

-Eso no es un favor, es una pregunta, bue, si te amo.

-¿Cuánto?

-Mucho ¿y vos?

-Mucho más que vos.

-Awwwwwww mi coshita linda bebito de mamá.

-Bueno, si me amas y yo te amo, necesito pedirte un favor que tiene que ser hoy.

-Dale.

-Quiero que hagamos el amor.

-¿Qué?!
-Que cojamos.

- Si, te entendí, pero ¿por qué tiene que ser hoy?

-Simple, porque me amas y yo te amo.

- No no no no no, pero ayer también nos amábamos y no me pediste eso.

-Mañana cumplo 16 años y a mis nietos el día de mañana les quiero decir que cogí a los 15 para no sentirme tan viejo choto.

-Bueno dale, ¿dónde?

-En la ferretería de mi familia, en el segundo piso no hay nada, porque está en construcción. Hay cuatro paredes y un baño, yo puedo pedirle las llaves a mamá o a la abuela, y listo.

-Dale, ¡vamos!

La noté entusiasmada, pero no más que yo. Quien recuerde cómo estaba a los 20 minutos antes de debutar me va a entender. Llegamos a la ferretería. Estaba mi abuela, mi tío, y mi abuelo.

-Abuela, me das las llaves de arriba que le quiero mostrar cómo va la obra en construcción a mi novia (acompañado de un guiño de ojos que mi abuela nunca interpretó).

-¿Eh?!

-Sí. Dale abuela.

-Ariel no te hagas el tonto conmigo.

-Tomá.

La miro a ella y le digo:

-Vamos, ya tengo las llaves.

-Pará Ariel, ¿estás seguro?

-Si boluda, vamos.

-No sé si debo hacerlo.

-¿Me estás cargando?, me explota ¡me explota, vamos ya!

-Pero no entendés nada.

-Vos no entendés nada, estoy que reboso.

Subíamos la que para mí fue la escalera más larga del mundo. Yo ya sentía como mis espermas se trepaban con ganas de salir como locos y a su vez pensaba en ese momento: ¿la haré acabar? ¿y si lo hago mal? 

Para las chicas, les comento que en ese momento (y en muchos otros de la vida), los hombres tenemos el temor de que apenas tenemos el acto sexual podamos acabar al toque.

Llegamos al hall del segundo piso, y ya desde ahí nos entrabamos a manosear todo. Estábamos desenfrenados. Nos sacábamos la ropa, nos rompíamos la ropa, nos comíamos el cuello… zarpado.

Mi slip pedía auxilio. Reventaba.

No había un lugar para coger en el segundo piso, porque estaba en construcción. Así que lo que nos pareció correcto era ir a garchar al baño.

El baño también estaba en construcción, pero bueno, había que hacerlo.

En ese momento, meto la mano en los bolsillos y encuentro 2 forros de una marca bien pedorra… en el envoltorio del condón ya podía leer prácticamente un anuncio que decía: “No vas a saber ponértelo bien, virgen”: tenía miedo.

Entramos al baño, desnudos, porque la ropa la habíamos dejado en el hall.

Era fantástico. Le chupé completa. Estaba riquísima. En realidad como tenía al amigo de duro, si se la llegaba a chupar y me comía el tampón, creo que también me iba a gustar. La subí al mingitorio, le indiqué que abra las piernas. Estaba muy nervioso, porque tenía miedo de no encontrar el agujero.
Eso pasó. No lo encontré…

¿Querés saber cómo continúa la historia? aguantate hasta mañana, sufrí un poquitito, no tengo porque darte la historia entera ahora, no soy tan fácil (creo).

Sobre el autor

Vidal D. Anti fair play. Dona textos en Rock en Paraguay, The Ventan y en la revista La Factory. Seguile en Twitter, está como @vidaldel92, de vez en cuando suele decir cosas súper interesantes que te van a cambiar la vida.

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