No te metas con Zohan: placer culposo
Ya lo dije antes y lo vuelvo a decir: todo bien con el humor inteligente, me encanta que no se caiga en los chistes fáciles y se tenga que pensar un poquito para poder ser feliz, pero no lo cambio por nada al humor más negro, aquel que insulta a las mamás y hermanas de los otros, ese humor que es tan bobo por lo ridículo que es. Hacer ese tipo de humor es todo un arte.
Ver comedias que utilizan este estilo se hizo un placer culposo a causa de los buenos modales, las sociedades y mentes cerradas, las personas que se sienten ofendidas cuando se está hablando de algo que ellos defienden y también por las que se enojan todo al pedo. Al decir que te haya gustado alguna de esta clase de películas, directamente te ganas el rechazo de los sectores anteriormente mencionados.
Don’t Mess with the Zohan (No te metas con Zohan), película del 2008, es una de las más desopilantes y arriesgadas de los últimos años. Personalmente adhiero que es la última buena películas en la que haya estado Adam Sandler, célebre por su trayectoria en memorables comedias como Billy Madison, Happy Gilmore y The Waterboy… en estos días se la pasa repitiéndose a sí mismo, y no lo estoy diciendo literalmente.
La trama ya llama la atención desde un principio:
Zohan Dvir es un ficticio héroe israelí y su comando armado contra terrorista, el cual, tras haber crecido harto de su servicio militar extenuante, finge su propia muerte tratando de alcanzar su sueño: convertirse en estilista de la Ciudad de Nueva York.
Lo bizarro y lo absurdo se entrelazan en esta historia en la que el hilo conductor es Zohan, este israelí todopoderoso que puede hacer lagartijas sin manos y está bien dotado (de vello púbico) encarnado con total naturalidad por Sandler. Completan el elenco el amigo aparentemente inseparable de Sandler, Rob Schneider, John Turturro, Chris Rock y hasta un cameo de Mariah Carey.
Una vez llegado Zohan a tierras norteamericanas es cuando se vuelve aún más llamativa la cinta, ya que ahí es donde demuestra sus costumbres, a saber si son propias de él o del lugar de donde proviene. De lo único que estoy seguro es que hacer picaditas con gatos no es un juego típico allá en Israel.
En la peluquería donde llega a trabajar este personaje se puede apreciar su gusto por las mujeres de tercera edad, que él las trata muy bien… demasiado bien, tanto que luego de cada trabajo estilístico a estas señoras, el les ofrecía un servicio extra sin costo alguno. Si, les daba bien duro a las viejas.
El problema surgió cuando ya era incapaz de satisfacer a todas sus clientas, ya que “su amigo” no podía permanecer en pie, pero más tarde descubre que eso no se debía a su estado’i, sino a que su miembro viril estaba en busca de una elegida por la cual seguir de pie. Esa era la dueña del salón de belleza, Dalia (Emmanuelle Chriqui). Sigue hacia donde apunta tu pito, hijo mío.
Otro punto bastante subnormal de esta película es la afición que se tiene por el hummus (una especie de ensalada de mayonesa muy popular en Medio Oriente) y la música disco que se la bailaban en varios tramos (“DISCO DISCO! GOOD GOOD!”). A la par de la historia de Zohan se desarrollaba también la de algunos de sus compueblanos que también vinieron a radicarse a Estados Unidos, siendo estereotipados a la perfección como vendedores de productos electrónicos.
Uno de ellos vendiendo un celular StarTac:
“Mirá, lo tocás así y es más hermoso. Tocás este botón y boom: HBO gratis.”
Obviamente You Don’t Mess with the Zohan fue acusada de racista y prejuiciosa contra la comunidad árabe y palestina. Esa gente si que les cuesta comprender los chistes y no macana.
Sobre el autor
Vidal D. Anti fair play. Dona textos en Rock en Paraguay, The Ventan y en la revista La Factory. Seguile en Twitter, está como @vidaldel92, de vez en cuando suele decir cosas súper interesantes que te van a cambiar la vida.
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