Viejos hablando: “Antes en mi época…”
Llega un momento en nuestra vida laboral, generalmente suele ser al principio de ella, que por motivos de fuerza mayor (entiéndase: por disposición del jefe) somos destinados a lo que en forma chuchi se denomina atención al cliente. Entre los perros se le conoce como la caja, cobranza y otros.
Durante nuestra pasantía por este estadio, nos toca interactuar directamente con el “cliente” ocasional. De tanto en tanto, entre estos clientes ocasionales suelen presentarse adorables y/o peculiares, pero por sobre todo, carismáticos exponentes de la tercera edad.
Estas personas siempre dan la nota a nuestro rutinario día, y quedan en la anécdota por mucho tiempo por su manera única de contarte las cosas. Todo comienza con la llegada del/a abuelo/a y antes de solicitar cualquier cosa, comienza la charla con un comentario sobre el clima.
Dependiendo del termómetro, la primera frase suele ser “Pero qué calor que hace afuera che dios!”. No importa si se está a 22 o 23 grados, siempre será un calorazo. O bien “Qué frío que está haciendo, tuve que sacar todos mis ponchos viejos y ponerme encima antes de salir”. Por más de que apenas haga 20 grados, es una helada brutal para nuestro interlocutor. Raras veces escucharemos decir “Pero qué lindo día tenemos hoy”. Se suele decir, pero no tan frecuentemente como lo anterior. Seguidamente la charla continúa con las actividades del día.
Por lo general es algo así: “Yo vengo ahora del centro porque me tenía que ir a un lugar donde no me acuerdo que tenía que comprar, pero no había y tuve que recorrer por todo el centro caminando y al final no encontré, voy tener que ir a buscar a otro lado. No sé que lo que voy a hacer”. Pero ahí no termina… “De ahí me tuve que ir a la municipalidad, porque me llego un último aviso de algo del impuesto de mi casa que no me acuerdo que era, pero parece que me van a sacar mi casa, y ahí en la municipalidad me hicieron dar mil vueltas que pea que amoa, que sello tal, que ventanilla tal, que fulano de tal” Todo en un tono dramático y quebrantoso.
Eso fue antes de venir “junto a vos”. Luego de “dejarte” va a hacer lo siguiente: “De acá ahora me tengo ir a jubilaciones, porque el mes pasado no me llego mi liquidación y no sé cuánto me descontaron y no se luego yo como se hace eso, mi nieta nomás luego me suele retirar y ahora se fue a Camboriú y parece que no me retiró antes de irse”. Y ahí no termina su día: “Después me tengo que ir a la cooperativa a retirar un préstamo que hace 2 meses pedí y ahora recién me dieron, y pedí de urgencia porque ahora todo está caro, ha la che jubilación ngo ndohupytymo’äi fin de mes-pe”.
Y acá de la nada… pasa a hablarte de su feliz familia: “Y aparte le tengo que dar a mi sobrina, porque a ella tampoco le alcanza la plata, tiene 3 hijos y su marido es un sinvergüenzo que no trabaja y se pasa todo el día chupando. Yo le dije lo que no se case con ese badulaque, pero no me hizo caso, porque anda por su cabeza nomás”. “Mi hermana demasiado procuró por ella, pero no hay caso, yo le decía luego que le tenía que cintarear cuando era criatura, pero no me hizo caso”.
Todo esto mientras por tu cabeza Taraaaaa rarara hey! tararara rara tararara hey! tararara. Mientras te limitas a asentir y poner cara de “Si, hëe, si, hëe”, y cuando finalmente terminaste de hacer lo que sea que te haya pedido, te sigue hablando hasta que de repente mira su reloj y dice; “Iiiiiiih, mira un poco ¡ya es tardisimo!, me tengo que ir volando. Gracias mi hijo/a”. Y cuando se va, lo único que te provoca es reirte, qué se le va hacer.
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