Así fue el día 2 del Lollapalooza en el país de los choripanes
Devastado por el primer día del Lolla, como muertos vivientes emprendimos camino hacia el Hipódromo de San Isidro para el día 2 porque de alguna u otra forma teníamos que seguir cumpliendo sueños propios. Esta vez llegamos un poquito más tarde que ayer, craso error ya que era feriado nacional ashá y era la fecha que tocaba Red Hot y Soundgarden… para cuando llegamos era doloroso ver lo larga que ya era la fila.
Aún más doloroso fue escuchar a lo lejos a las Savages que empezaron puntuales a las 2 de la tarde su toque, fue el acto que más lamenté no haber visto. Espero que estas niñas se hagan muy famosas y vuelvan a rozarnos en un futuro lo más cercano posible. TIENEN QUE, CARAJO.
Estuve sin rumbo durante un rato en el predio del hipódromo y ahí pude fijarme un poco de la gente que conformaba este ecosistema festivalero. Lo que pude ver en este lapso fueron tipos apretando en el pasto, gente vestida de forma muy pretenciosa bailando sola y otros comprando birra cara sin alcohol.
Johnny Marr
A las 15:45hs. sube al mainstage 2 Johnny Marr, mítico guitarrista y compositor de The Smiths. Su proeza consistía en demostrar que no era la sombra opacada de Morrissey y que no vino a robar solo por ser miembro de una banda de culto.
Superó la prueba y la arrebasó incluso, alternando temas de su autoría y joyas del ayer, esas que sabemos todos: “How Soon Is Now?”, “Bigmouth Strikes Again” y un cierre punzante al órgano vital con “There is a Light That Never Goes Out”, tenés que ser una planta para no emocionarte con una canción que te dice tan sinceramente “to die by your side is such a heavenly way to die”.
Ellie Goulding
Rompí la lógica del día anterior en que las presentaciones iban mejorando mientras más tarde se hacía, ya que se me cantó verle a Ellie Goulding, un nombre recurrente en la escena del EDM. Terrible error.
Rubia E LEK TRO NI K. Foto de Tomás Correa
La belleza de la mina no se adecua a la música que hace, electrónica fácil de vender que cae en todos los clichés sonoros que caracterizan a las últimas producciones que abarcan el tope de los charts alrededor del mundo. Pude aguantar su música prefabricada por casi cuatro temas hasta que mis bostezos se volvieron más recurrentes, no tenía nada que hacer allí. No conocía nada de ella aparte del tema choto que grabó con Calvin Harris, así que chau.
Vampire Weekend
Muchas personas pensaron igual que nosotros y empezamos a migrar lentamente hacia el escenario de al lado donde se estaban probando los instrumentos de otro de los grupos por los que viajé de bien lejos para verlos. Hablo de Vampire Weekend.
Con nulos preparativos más que una pintura de flores en la pantalla, los vampiros parecían estar en un limbo de relajación donde la vida misma chupa un huevo. No parecían una banda que acababa de sacar uno de los álbumes más bellos y aclamados del año pasado. El shortcito del bajista Chris Baio lo decía todo, estaban como en su casa.
Fue como una brisa agradable la presentación de Vampire Weekend, al interpretar “Cape Cod Kwassa Kwassa” y “Oxford Comma” era fácil adivinar que para ellos menos era más, sonando tan minimalistas como efectistas en sus versiones en vivo. Esa cruza exótica que hacen de ritmos africanos con bohemia de ciudad, los hacen únicos en lo que hacen, basta con sumergirte en “Unbelievers” y perderte en el pogo de “Cousins”.
¿Cómo olvidar el memorable agite en “A-Punk” y alcanzar el éter con “Walcott”? No necesito ver ningún video de Youtube para recordarlo, es de esos instantes que van a quedar para siempre en la memoria de uno. Ezra, si es que alguna vez llego a tener la oportunidad de abrazarte es probable que me quiebre al recordar esto.
Pixies
En fin, la noche iba cayendo y los nómadas caminábamos una vez más al escenario principal para ver lo que ofrecía la que habrá sido la banda más influyente en toda la grilla del Lollapalooza. La banda de Frank Black, los Pixies. El grupo que ni se me pasó por la cabeza ver alguna vez en vivo, conociendo la actitud que lleva Black de permanecer al margen de la escena. La puta, no me canso de remarcar cada vez que hablo de Pixies que la fama de Nirvana y todos sus derivados le deben a este gordo pelado.
Fue el acto más agresivo del festival. Observando el espectáculo como un todo, les puedo asegurar que el público más feliz estuvo presente acá, además del moshing más destructivo. Imposible no salir seriamente herido si arrancan con “Bone Machine”, “Wave of Mutilation” y “Head On”, cover encubierto de The Jesus and Mary Chain.
24 canciones tocadas en poco más de una hora nos demostró a unos Pixies en excelente estado con su bajista Paz Lechantin jugando de local (nacida en Mar del Plata) le sumaba unos puntos a favor de los tantos en contra que tenía de entrada por reemplazar a la intocable Kim Deal. Al escucharla en sus reiterativos “chained”, la piedra angular de “Hey”, podemos decir que cumplió su deber.
El guitarrista Joey Santiago también dio lugar al apartado más noise del show en el final extendido de “Vamos” en el que jugó de maneras impensadas con su guitarra, haciendo ruido enchufando y desenchufando el plug de su instrumento llevando a la exaltación a muchos, particularmente una muchacha que estaba frente mío que la subieron en los hombros de alguien y peló tetas por aproximadamente 5 minutos. Eso es lo que provoca Pixies en vivo.
Soundgarden
Luego venía Soundgarden, el grupo de Chris Cornell, uno de los mejores cantantes vivos que le quedan al rock, pero de cantante te estoy hablando, de esos que mejoran las versiones de los discos. El man se manda LA voz, las drogas todavía no le alteraron su arma principal. Aunque por alguna razón no sentía la emoción que debería haber sentido por ver a uno de los grupos pioneros del grunge. Quizás porque no me crié con ellos aparte de haber escuchado miles de veces “Spoonman” y “Black Hole Sun” por la radio, y ya de grande mis prioridades musicales fueron a parar a otro lado. No escuché las veces necesarias Superunknown, así que Chris, no sos vos, soy yo.
Eso sí, fueron todo lo que me esperaba que fueran. Un grupazo que incinera todo a su paso, tiene todo lo que pueda gustar al fan del rock promedio: instrumentación delirante y una voz prodigiosa que marca la ruta. Como buen poser disfrute mucho lo poco que vi de esta perfomance, no puedo agregar nada más es que fui al escenario de Perry a observar lo que hacía The Bloody Beetroots, dúo italiano de electro rave que venía por primera vez en estas tierras y estaban armando un barullo más que interesante.
The Bloody Beetroots
Fue dinamita lo que proponían estos enmascarados, en especial su frontman Sir Bob Cornelius Rifo que corría y saltaba como un condenado por todo el escenario mientras estallaban sus remixes a un volumen absurdamente alto. Y si, había que hacerles la competencia a Soundgarden y los Illya Kuryaki que también estaban tocando a esa hora. Los puntos más intensos de su set fueron “Warp” y la remezcla que hicieron de “New Noise”, original del grupo de post-hardcore Refused.
Awesome. Foto de Majo Ruíz
Después de haber presenciado dicho ritual, ya estaba, misión cumplida. Con el grupo al que fui emprendimos lenta retirada, hubo acuerdo general en que a nuestras humanidades amasadas les resultaba redundante asistir al cierre del Lolla con Red Hot, ya los vimos acá y fue grandioso, no quisiera arruinar esa primera buena impresión. Pero en serio, por Anthony Kiedis ni cagando pasaba otra madrugada más vagando por las calles hasta las 6 de la mañana, mi abuelismo no me lo permitía y el fanatismo que tengo hacia su banda no llegaba a ese nivel.
Comentarios